INVESTIGACIÓN
LAS CAUTIVAS
ANNICK COJEAN
(El Ateneo - Buenos Aires)
En el último capítulo, antes del epílogo, la reconocida periodista de investigación del diario Le Monde condensó en su título todo un significado: Arma de guerra. Y tratándose de Kadafi, el coronel que concentró durante 42 años el poder absoluto en Libia, se podía suponer que tal arma tuviese capacidad de herir, de matar, con municiones apropiadas.
Pero no.
La autora transmutó dándole carácter de arma a la brutalidad que sistemáticamente ejercía con la violación sexual. Dominaba a sus víctimas mujeres (y también varones), en un país donde la cultura musulmana arrinconaba en lugar de condena y desprecio a las víctimas de violaciones. Lo de "víctimas" es una natural denominación, pero en Libia -y en muchos otros lugares de similar tradición cultural- las que padecían semejante vulneración de su intimidad eran consideradas culpables de los hechos. Se las degradaba y alguna tradición cruel e incomprensible para la cultura occidental implicaba que ello fuese una afrenta para la familia. Particularmente a los hombres que, para "lavar su honor" (incomprensible situación de causa y efecto), condenaban a muerte a la hermana violada.
Annick Cojean fue a Libia con el propósito de elaborar un trabajo de investigación periodística, luego de la caída del régimen, centrado en el análisis de la participación de las mujeres en el hecho revolucionario. Ya en el terreno empezó a descubrir situaciones y verdades que se mantenían muy ocultas sobre lo que a primera vista tenía el rostro de un mito. La lectura de Las cautivas requiere suficiente entereza para no abandonar la lectura frente a revelaciones tan sorprendentes como las de Mohammed al Alagi, presidente del Consejo Supremo de Libertades Públicas y Derechos Humanos, entrevistado por la autora: "Kadafi violó. Violó él mismo, en gran escala, y ordenó violaciones. De hombres, de mujeres. Era un monstruo sexual, perverso y de una gran violencia".
Muchos de los relatos de las cautivas (mujeres jóvenes a las que incorporaba con categoría de guardias personales uniformadas) revelan la brutalidad de Kadafi en las violaciones sexuales a las que las sometía. Todas ellas narraron sus experiencias pidiendo a la autora que no revelara sus nombres.
El poder de Kadafi para conseguir lo que quería era tal que hasta fletaba aviones especiales para traer desde donde fuese en el mundo a las mujeres que deseaba para su satisfacción sexual. Les reservaba hoteles de lujo, les regalaba joyas y hasta cantidades inmensas de dinero. Dominaba con la amenaza y con su propia perversión sexual que dirigía también hacia las hijas y esposas de miembros de su gobierno, a los que sometía humillándolos.
Leer el libro, en lenguaje periodístico claro y directo, es someterse en cada página a una realidad de un líder y un sistema que se autoalimentó de ocultamientos, violencias, amenazas y crímenes para mostrarse al mundo en una vidriera de progreso social y respeto hacia las mujeres. Un libro sorprendente y de excelente factura narrativa.
© LA GACETA
Carlos Duguech